La fotografía

―Mira, ese niño era yo, el de la fotografía. En aquel entonces retratarse era todo un acontecimiento, no vayas a creer que era igual que hoy. Si querías una foto tenías que ir a la capital porque ningún fotógrafo venía por el pueblo.

No sé por qué padre se empecinó en que debíamos tener un retrato familiar, así que tomamos “el correo” hasta Toledo. Había oído hablar de un estudio de cierta solera que había cerca de la plaza de Zocodover. ¡Cómo recuerdo ese día! El traje de domingo, los zapatos, la excursión a la capital… y la emoción de la novedad cuando el fotógrafo nos dispuso de esta manera que ves: madre sentada y custodiada a ambos lados por padre y por mí; yo a su izquierda y padre, arrogante, a la derecha, mirando directamente al objetivo y con la mano sobre el hombro de madre.

Pero también recuerdo cómo el fotógrafo tomó la barbilla de mi madre entre sus dedos índice y pulgar, y le inclinó un poco la cara para que quedara en penumbra.

La cara en penumbra…

No debía verse la marca de su ojo.

Después de aquel día mi padre, tu bisabuelo, colgó el retrato en el comedor y desde ahí siempre nos ha vigilado.

En A contrapalabra, revista de creación literaria, nº 1, ISSN 1989-7936

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5 comentarios:

  1. Un muy buen trabajo y un microrrelato muy interesante, buen final :)

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    1. Muchas gracias Anónimo. Me alegra haber "conectado literariamente" contigo. :)

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  2. Uf, me ha impresionado el final. Muy buen relato.

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    1. Muchas gracias David, muy amable, me anima a seguir escribiendo :)

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